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La paz comienza con una sonrisa.
Aunque todas las personas merecen dignidad y honor, eso no significa que podamos ignorar las diferencias. Todos somos diferentes físicamente, pero también de otras maneras. Es como si tuviéramos varios hijos. Los amamos por igual, pero amamos lo que los hace únicos. Dios se deleita en nuestras diferencias de género, apariencia, habilidades, dones, personalidad y muchos otros aspectos. Podemos celebrar nuestras diferencias mientras abrazamos la igualdad.